lunes, 15 de abril de 2024

 



     LA TÍA COLA



     




La señorita Colombia Plaza Aguirre nació apenas empezó el siglo XX. Y murió apenas empezó el siglo XXI. Nunca se casó ni, mucho menos, tuvo hijos. 

Siendo muy niña, durante una estadía en la hacienda familiar, La Perseverancia, ubicada muy cerca de Guayaquil, presenció un parto y, desde entonces, optó por el celibato.

Cuando la conocí, en la década de los 90, yo tenía 22 años y ella estaba ya bien entrada en los 80. La recuerdo con su eterno peinado de moño alto, como una cebolla, en el pelo blanco inmaculado. 

El día que la vi por primera vez, le comenté a mi entonces novio (su sobrino nieto) que me parecía idéntica a la ancianita dueña de Piolín, el canario amarillo de los dibujos animados. Y así la recordaré siempre...

La tía Cola, el nombre con el que todos nos referíamos a ella, no hizo los estudios formales completos, aunque venía de una familia de patricios guayaquileños. Pues, en su época, no había la costumbre de que las niñas continuaran estudiando luego de terminar la primaria. Sin embargo, ella era cultísima y enterada de todo; autodidacta y lectora compulsiva.

Yo solía almorzar con ella y la abuela Lala (su hermana menor) todos los miércoles. Eran unos almuerzos lezamianos de cuatro platos y tertulia deliciosa... Cuando yo llegaba, la Cola me esperaba sentada en el sillón reclinable donde pasó sus ultimos años, tras una caída y una operación fallida en una de sus piernas, que le impidieron caminar por el resto de su vida.

Apenas yo entraba y saludábamos, ella sacaba una carpeta llena de recortes de periódicos, con las noticias de la semana que le habían llamado la atención... y una lupa. Su vista ya estaba muy deteriorada, pero sus ansias de leer eran más fuertes. 

Mientras esperábamos que nos llamaran a la mesa, ella repasaba conmigo temas de política, literatura, lo que pasaba en el mundo, el Clásico del Astillero (Emelec-Barcelona) y hasta boxeo.

En sus últimos años le iba a De la Hoya, aunque siempre repetía que "nunca habrá otro como Casius Clay". 

Hoy 15 de abril, la tía Cola hubiera cumplido años... No sé cuántos, pero más de 120. Mi homenaje para ella es mi recuerdo diario...



jueves, 7 de marzo de 2024

 






                


EL SOLDADITO




Si hay algo que me conmueve es la belleza... Soy sensible a ella, 
sé reconocerla... No puedo decir que de eso depende mi amor hacia alguien, no... ¡Pero la primera vez que me enamoré (de verdad) fue por los ojos! Los ojos físicos y los de la intuición... ¡Mi gran súper poder!

A pesar de haber estado en el mismo espacio por un par de días, no habíamos coincidido. Él y yo éramos parte de la grabación de una serie de cinco capítulos. Él era parte del elenco de actores, yo, solo una extra. 

Uno de esos últimos días de grabación, mi grupo fue llamado a la plaza principal del pueblo que habían construido para la filmación. Fui a paso rápido, sin saber que, en pocos segundos, mi vida cambiaría.

Llegué a la plaza, me coloqué en el lugar asignado y a menos de dos metros, hacia mi derecha, ¡estaba él, vestido de soldado medieval! ¡Sentí como si me atravesara un rayo! ¡Vi un relámpago y un arcoiris! El tiempo se detuvo y, casi, casi, mi respiración.

Me pareció tan lindo, que me dieron ganas de saltar de la emoción y abrazarle... Estaba parado con la espalda recta, la barbilla en alto y la mirada perdida... Perecía pensar en algo muy profundo o muy esquivo como el amor o la calma...



Y aunque el director grito: ¡Acción!, yo no podía dejar de mirarle y rogaba, en mi interior, que me mirara... Nunca lo hizo. Solo seguí viendo por largo tiempo ese perfil afilado y hermoso.

El rodaje terminó y nunca cruzamos miradas, mucho menos palabras. Vi que el grupo de actores de su ciudad subían al transporte que les llevaría al aeropuerto, y solo me quedó darle gracias al Universo por darme algo tan hermoso que ver, aunque fuera por tan poco tiempo.




El mágico soldadito de perfil afilado y hermoso se fue y yo me despedí de él para siempre... Nunca lo olvidé y nunca pensé volverlo a ver. 

Pero cuatro días después, al llegar a un evento escolar de mi hija menor, alcancé a divisarle cuando él bajaba las mismas gradas que yo subía. ¡Sentí una emoción indescriptible! Tanta, que le cerré el paso... A pesar de la sorpresa, él fue generoso y no huyó.

El soldadito medieval, de perfil afilado y hermoso, nunca más se fue de mi vida. Y hoy, que compartimos todos los días con sus noches, sé que es más lindo por dentro que por fuera...