domingo, 28 de marzo de 2010

Recuerdos...



A veces creemos que las cosas son eternas... tanto las malas como las buenas: Que seremos siempre jóvenes, que las malas rachas nunca acabarán o que el amor es para siempre aunque no cuidemos de él... Pero, de pronto, la vida, el destino, el Universo nos da una bofetada y nos devuelve a la realidad: nada dura para siempre.
En esos ramalazos de lucidez, que a veces llegan a mi cabeza, suelo descubrirme a mí misma aspirando, con los ojos cerrados, el aroma del cabello de mi hija Muriel Marie, sintiendo lo suave de su piel, oyendo cómo respira mientras duerme. O me quedo observando cómo mi hijo Jose se hace hombre y se pone tan guapo; pensando que ahora empieza para él una etapa que siempre recordará: la adolescencia. Y lo hago con la conciencia de que ese preciso instante ya nunca volverá y tratando de que se me quede grabado en la mente para siempre. Porque eso, y solo eso, nos queda al final: los recuerdos.


Este fin de semana asistí a dos funerales, en el mismo día, en el mismo lugar, y con solo una hora de diferencia entre uno y otro. Las dos personas que habían muerto, aunque nunca se conocieron entre sí, tenían varias cosas en común: eran el papá y la mamá de dos personas a las que conocí por mi trabajo. Ambos habían perdido a su esposa y esposo, respectivamente, hace unos meses. Y ambos habían perdido el deseo de vivir desde que sus compañeros se fueron... Así mismo, ambos trataron de aferrarse a los recuerdos, pero no fue suficiente...


Durante la misa en honor de uno de ellos, el sacerdote pidió a los asistentes que contara alguna anécdota del difunto. Algunos lo hicieron y, por un momento, la gente dejó de llorar y rió. Durante esos minutos esa persona pareció vivir de nuevo... Algunos lloraron de nostalgia, pero estoy segura que con menos dolor del que sentían antes de empezar a recordarlo. Y mientras eso sucedía me puse a pensar, con tristeza, que los ciclos se cumplen inevitablemente sin que podamos hacer nada. Que esas dos personas a las que estábamos despidiendo, hace no mucho tiempo eran jóvenes, sus hijos eran chicos y tenían una vida y varios retos por delante. Pero, como nos sucederá a todos nosotros, sus ciclos concluyeron, su tiempo se terminó y de ellos solo quedan los recuerdos que dejaron.


Por la noche, una querida amiga me contaba que una amiga suya está muy grave en un hospital y que su pronóstico no era bueno. Me dijo: tengo miedo. Yo le entendí y espero haberle dado un poco de tranquilidad con lo que le dije. Pues me di cuenta que el dolor y el miedo que sentimos ante la muerte de alguien querido tiene que ver con el miedo al vacío que deja esa persona y a no encontrar consuelo. Le dije que tratara de recordar las cosas buenas que vivieron juntas porque ese sería el mejor homenaje a su memoria.


Pero como la vida es una moneda de dos caras, y la Gracia Divina es tan generosa y llena de amor, también tuve motivos para estar feliz. Un arranque de nostalgia, tan usual en mí, me hizo que me pusiera a navegar en Internet por los caminos de mi niñez. Sentí muchas ganas de ver cómo están ahora algunos lugares de los que tengo hermosos recuerdos. Así llegué a la página de mi escuela en Francia: L`École Maurice Ravel, en Talence, un suburbio de Bordeaux. Vi que había fotos de todos los años, me metí en la de 1978... Y voila!: me encontré a mí misma en el grupo de niños de tercer grado. No recuerdo, por más que lo intento, cuándo nos tomaron esa foto. Aunque sí puedo recordar a varios de los chicos. Me puse a llorar y a reírme como loca viéndome de ocho años de edad, con las trenzas que mi mamá siempre me hacía y con una gran sonrisa en mi rostro. Y aunque han pasado 31 años desde aquello, me dio gusto reconocerme y reconocer que sigo siendo exactamente la misma que entonces, solo que con más experiencia y más recuerdos... Encontrar esa foto fue un gran regalo para mí, sé de dónde y de quién vino y estoy inmensamente agradecida.


Los ciclos empiezan y terminan... dos personas terminaron esta vida y estoy segura de que pronto iniciarán otra que les llevará a la purificación y la perfección... Y en el mismo fin de semana, mi hija menor conoció el mar y se maravilló de su inmensidad y belleza y, a sus casi tres años, empezó a construir sus propios recuerdos...

Todo esto me llevó a pensar en la necesidad de hacer las cosas bien, con amor, con entrega, con alegría, con devoción... Para asegurarme de tener, dentro de 30 años, recuerdos hermosos y pueda reírme y llorar de alegría con ellos...

sábado, 6 de marzo de 2010

El karma existe



Los males de este tiempo (y creo que de todos) tienen una madre y un padre... Qué, además, se aparearon siendo hijos (sin duda) de la misma madre: la maldad... Se trata del egoísmo y la envidia... Cada vez me doy más y más cuenta que son ellos (y no el amor, desafortunadamente) los que hacen girar al mundo.
Todos somos egoístas, en mayor o menor grado... eso ni dudarlo. Pero ese afán de protagonismo, de ser el primero, el único, el más importante, no conoce barreras. No reconoce ni a los afectos, ni a las prioridades, ni a los valores... Impera, gana, triunfa una y otra y otra vez.
Para mí el egoísmo es exactamente igual al diablito ese que sale en los dibujos animados que (al igual que el angelito) les habla a las personas y les (mal) aconseja. Que les dice: Oye no seas tonto, ¿no ves que el otro te va a ganar?... dale, dale, no importa... La lucha en contra del egoísmo es una lucha con uno mismo... es un asunto de "darse gusto" o "defraudarse"... Por eso ya no existe el compromiso, ni con la pareja, ni con los amigos, ni con el trabajo... el asunto es ganar, sea cual sea el premio y el método para conseguirlo.
Renunciar al egoísmo implica ponerse en los zapatos de los demás... Implica tratar de que los actos de las personas afecten mínimamente al prójimo. Significa valorar lo recibido, por más pequeño que sea; significa no lastimar a los más débiles (sobre todo los niños) y no hablo de lastimarlos físicamente, sino con las malas actitudes, entre ellas la indiferencia. Implica decirle algo agradable a alguien aunque le consideremos débil mental por ser más sensible que nosotros y expresarlo. No se trata de ser héroes ni de andar haciendo obras de caridad a cada paso... Se trata de vivir y dejar vivir... tan simple como eso.
¿Por qué toda esta descarga? Porque en estos últimos días he recibido el azote del egoísmo una y otra vez. Cuando empezaba a levantarme, venía un nuevo golpe y volvía a caer. El egoísmo con su horrible presencia hizo que mis hijos fueran lastimados (gracias a Dios aun son muy pequeños y bondadosos para darse cuenta de los daños)... Hizo que sintiera que ya no existe la gratitud... Me hizo sentir sola en medio de mucha gente... Me asustó ver que las prioridades de la gente están tergiversadas. Que hay cosas que han reemplazado a lo verdaderamente valioso por aquello que es solo maquillaje. Pero al reflexionar me di cuenta que el egoísmo y el vacío fueron los causantes de toda la avalancha de mala vibra de esta semana...
Pero como yo siempre digo: el karma existe. Mi amado Maestro, Paramahansa Yogananda (
http://www.yogananda-srf.org/), y mi amada maestra y amiga, Isa Brandt (http://www.biblio.com/books/459518175.html), me enseñaron, me han demostrado y me siguen demostrando que nada, nada, nada en este mundo queda sin resolverse ni en esta ni en las siguientes vidas. Solo queda esperar... y ni siquiera eso, porque la espera implica una carga de deseos de venganza. Pero no voy a ser hipócrita... la certeza de la existencia del karma, me alivia un poco el dolor que siento por los golpes recibidos.
El karma, según los budistas y los hinduistas es la combinación de la causa y el efecto. Según estas creencias milenarias, el Universo ha determinado que toda acción (buena o mala) tiene su reacción (buena o mala)... Lo he visto tantas veces, sin esperar, en gente que conozco, en gente que no tiene nada que ver conmigo y en mí misma... es infalible.
Siempre le digo a mi marido, cuando veo la efectividad del karma: aunque las fuerzas del Universo son perfectas, yo sí le haría un pequeño "ajuste" al karma. Haría que el aludido, al ser alcanzado por el efecto devastador de sus acciones fuera "notificado"... Es decir que su memoria se encargara de enseñarle por qué le está sucediendo tal o cual cosa. Porque la gente tiende a pensar que las cosas les pasan por salados, por mala suerte, por desdichados, por pobrecitos. Cuando, en realidad, reciben las consecuencias de sus actos de egoísmo, envidia y maldad.
Conozco a una mujer millonaria, dueña de una gran empresa, a quien su esposo le "pone los cuernos" con cuanta escoba con faldas se le cruce por delante. Cuyo hijo es esquizofrénico y en sus ataques de violencia ha llegado a golpearle... Cuya nieta (pobre niña, realmente) tuvo cáncer de riñón a los siete años de edad... Y cuya única hija mujer no ha podido tener un hijo y ha "debido" comprar uno... Esta millonaria es uno de los seres más crueles y despiadados que he conocido en el mundo... Perversa con sus empleados a extremos que rayan en la locura. Tiene todo el dinero del mundo, pero una vida personal miserable. Ella seguramente se lamerá las heridas y pensará: qué salada soy... Sin darse cuenta que todo lo que le sucede no es más que el karma. Porque no hay que morirse, necesariamente, para que en la vida siguiente se ejecute el karma... Cada acción despiadada de esta mujer, tiene una consecuencia desgraciada.
Por eso es importante, sean cuales sean, las creencias, religiones o filosofías que rijan nuestras vidas, que cada uno de nuestros actos procure molestar mínimamente al que vive, trabaja o comparte el planeta con nosotros. Que cada palabra que salga de nuestra boca procure la felicidad y no la infelicidad del prójimo. Es un trabajo difícil y de nunca acabar, pero creo que el solo esfuerzo nos traerá consecuencias buenas y nos dará paz y felicidad.
Mi tarea ahora es meditar y descubrir qué hice para haber vivido los días que viví la semana pasada... No soy ni me creo santa...

lunes, 1 de marzo de 2010

NOSTALGIA I








Portada del álbum Viva Chile! de 1973


Mi vida está dominada por la nostalgia... el pasado vive con fuerza en mi mente. No sé si a los demás les sucede (y espero que no sea un problema médico) pero en mi cabeza hay varios mundos dando vueltas... Es algo inconsciente, yo no lo planeo, símplemente sucede. A veces estoy trabajando (escribiendo generalmente) y van y vienen "flashbacks" de cosas que sucedieron, a veces tan tontas e intrascendentes que por tontas e intrascendentes me llaman la atención... A veces camino por lugares donde estuve en mi niñez, en mi adolescencia... En ocasiones siento el viento del lugar en mi cara, la temperatura, veo y escucho a la gente que pasa... Es muy raro. Es la primera vez que lo cuento... Tal vez sea una especie de esquizofrenia, no sé. Pero así es.
De modo que mi vida transcurre entre el presente y el pasado cotidianamente, aunque ahora me esfuerzo por vivir cada día el momento sin anhelar ni proyectar. La semana pasado, por ejemplo, me dio por recordar la época de la Unidad Popular (así se llamaba el movimiento que le llevó a la presidencia de Chile a Salvador Allende en septiembre de 1970)...
Les cuento: cuando era un niña, mi papá trabajaba en la Fuerza Aérea y el Gobierno de Ecuador compró aviones de combate en Francia y quienes, en el futuro, trabajarían en ellos (como mi papá) tuvieron que ir a ese país a capacitarse. Mi mamá, mi hermana y yo fuimos con él a Francia por una larga temporada. Casualmente, uno de mis tíos (por parte de mi mamá) vivía en París, desde que la Cruz Roja Internacional le rescatara del Estadio Nacional de Santiago de Chile (que cuando Pinochet tomó el poder, en 1973, se convirtió en un campo de concentracióna donde iban a parar los comunistas o todos quienes, al menos, parecieran uno).
Mi mamá, mi hermana (entonces de 13 años) y yo (de ocho años) estuvimos en el departamento de mi tío en París, algo así como un mes, mientras mi papá (que estaba en Reims, a 129 kilómetros de París) se instalaba y arreglaba todo para nuestra llegada. En ese mes, días más, días menos, mi hermana y yo escuchamos intensivamente la música que durante la campaña y el período presidencial Allende se escuchaba y se cantaba en Chile. Allí escuché hasta la saciedad a Víctor Jara, a Inti Illimani, a Violeta Parra... Todavía ahora, cuando escucho Alturas, de Inti Illimani o Me gustan los estudiantes, de Violeta Parra y cierro los ojos, puedo sentir que estoy sentada en la pequeña sala de mullida alfombra negra del pequeño departamento parisino de mi tío. Además de estar rodeadas de esa música, de los libros del boom latinoamericano (en ese tiempo leí por primera vez Cien años de soledad) a menudo recibíamos la visita de gente de Chile, Uruguay, Argentina, con sus diferentes acentos e historias... Éramos parte del exilio sin estar exiliadas. Esa época me marcó la vida...
Allí aprendí a creer en mucho de lo que creo todavía. En esa época mi mamá era más roja que caperucita, al igual que mi tío... Eran socialistas convencidos de la posibilidad de un mundo más justo y equitativo. Así me crié, escuchando a la negra Sosa, a Víctor Jara y a Violeta Parra. Y con eso encaminé mi vida adulta en la que he tratado de practicar lo que he predicado... Por eso el "socialismo del siglo XXI", que se vive en el país me provoca entre risa y lástima... Socialismo es lo que aprendí en las canciones, los libros y las conversaciones que escuché en ese tiempo... Socialismo es lo que he practicado en mi vida diaria, en la que nada sobra, en la que no hay cabida para el desperdicio... En la que solo sobra la solidaridad... Así que la semana pasada me vino una ola de nostalgia por ese tiempo que viví a través de otros, pero que fue y sigue siendo parte de mi vida...
En homenaje a todo lo que parecía posible en esos días me dí una sobredosis nada fácil de Inti Illimani y Víctor Jara... Me pasé tarareando entre cambios de pañales, patinetas y proyectos aquello de: "A desalambrar, a desalambrar... que la tierra es nuestra, es tuya y de aquel... de Pedro y María... de Juan y José...."