EL ATAQUE ZOMBIE
Esta historia apareció el 7 de abril de 2014 en la revista digital La Barra Espaciadora.
Es de mi autoría y está basada en mis vivencias....
Patrulla Zombi es un escuadrón élite preparado para una
eventual plaga zombie. Somos profesionales en exterminio de zombis.
Proporcionamos consultoría, capacitamos e informamos al público en general
sobre la importancia de estar preparados para una inminente epidemia de
consecuencias fatales. Nuestra premisa es no dejarnos agarrar desprevenidos,
recuerde o los elimina o se lo comen. PORQUE CON NOSOTROS MÁS MUERTOS NO PUEDEN
ESTAR.
(Del muro de Facebook de Patrulla Zombi)
–Tienes que apuntarle directo al cuello, ¡no te olvides! -le
decía el Mono a su hijo de trece años. Mientras eso decía, sacaba, limpiaba y
volvía a guardar en una maleta deportiva los pertrechos, armas, comida enlatada
y herramientas que desde hace años atesoraba con sigilo, a la espera de que
llegara la epidemia zombie. Mientras tanto, el monito chico lo miraba,
disfrutando de lo que para él no era más que un juego. El Mono solía perder la
paciencia ante la poca atención que su hijo prestaba a sus lecciones. Su pequeño
debía ser capaz de sobrevivir a lo inevitable. Así le decía: sobrevivir a lo
inevitable.
Otra mirada se sintió, súbitamente, dentro de la habitación
donde transcurría por enésima vez esa rutina de
limpiezaorganizaciónadiestramiento. Era la escéptica y potencial víctima, la
madre-esposa… Al saberse observado con esa mirada de reproche y hastío tan
conocida, el Mono continuó:
–Y, recuerda, hijo de mi vida, que cuando a la mami le
muerda un zombie, ya no será la mami, será el enemigo, -tomó el machete que
guardaba en la maleta e hizo hablar también a su cuerpo- ¡entonces, apuntas al
cuello y le cortas la cabeza!
-¡Ahhhhh! ¡Busca oficio! ¡Deja de meterle tanta huevada en
la cabeza al niño! -gritó la mujer ¡Y dame esas latas de atún antes de que
caduquen, ve!
-¿Sabés lo que me da pena? -reaccionó el Mono, con la voz
apesadumbrada y un acento gaucho salido de quién sabe dónde– Que cuando todo
pase, vos vas a ser la primera a la que
le muerdan los zombies… ¡Y te vamos a tener que matar!
Ella conocía aquel discurso de memoria. El tema de la
catástrofe era recurrente durante las comidas familiares y los argumentos que
esgrimía él para convencer a los demás no eran triviales. Eran explicaciones
con sustentos científicos que, para desesperación de la incrédula mujer,
terminaban envolviendo a quienes participaran en una charla. En cada mudanza se
repetía la historia: que el Mono revisara las puertas, las cerraduras, que se
asegurara de que nadie pudiera cortar el suministro de agua potable, que las
rejas de las ventanas, que los muros bajos, que las rendijas anchas, que los
pisos falsos… La angustia ante la inminencia del apocalipsis zombie era al
mismo tiempo una expectativa, una promesa.
A diario, el Mono repasaba el Manual de supervivencia zombie
y World War Z (sí, la de la peli con Brad Pitt), que son las biblias de quienes
creen en la posibilidad de un holocausto a cargo de muertos vivientes. Ambos
libros fueron escritos por Max Brook, el hijo del famoso comediante y director
de cine Mel Brook. Pero estos no son libros cómicos. Max vive de dar
conferencias en las universidades más prestigiosas del mundo, alertando sobre
el tema y captando más creyentes. Max es la inspiración del Mono.
La incrédula todavía recuerda cuando el Mono, en sus
primeros años de romance, entre caricia y caricia, tomaba su cabeza entre las
manos y hacía el ademán de mordérsela. “¡¡¡Brainnnnnns!!!!”, exclamaba… Años
después, ella supo por fin que debía callar ante lo que parecía una batalla
perdida. Para los padres del Mono y para su propia madre, esas excentricidades
eran bromas inocentes de alguien con mucha imaginación y un gran sentido del
humor, pero ella sabía bien que se trataba de algo muy serio, algo que ya no
era fácil de manejar… Por eso, un buen día decidió cortarle la cabeza a la
relación. Prefirió decapitar, antes que ser decapitada.
El ataque zombie aún no ha ocurrido, aunque el Mono crea que
es solo cuestión de tiempo. Mientras tanto, usa el machete cada enero para
cortar el árbol de Navidad ya seco y tener un poco de leña para encender la
chimenea.
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